viernes, 1 de abril de 2011

Crónicas intempestivas, por Valentino Wajciechosczaf. 2011-04-01.


Esta mañana, al despertarme, he visto mucho sol, he visto la primavera y me he sentido conmovida con enormes deseos de volver a mi lugar natal. Esta frase, la pronuncia Olga, una de las tres hermanas de la obra epónima de Chejov. Con la primavera, también vemos llegar los concursos literarios, los certámenes poéticos y toda una lírica amorosa que parece volver “a [su] lugar natal”, básicamente el de la ñoñería, de los buenos sentimientos y de la “elevación del alma”, de las almas gemelas, de los corazones, de las mentes enamoradas con el mar como telón de fondo,  un decorado amenizado por el viento rozando cuerpos desnudos sobre arenas calientes. Con esto tenemos configurada la postal primaveral que nos servirán aliñada mediante un largo etcétera de lugares comunes y de metáforas más gastadas que unas promesas electorales. Lo cierto es que las flores brotan en los versos de tantos poetas a lo largo de la historia que más de un jardín botánico se podría diseñar con ellas. Aunque no sienta una atracción especial por las manifestaciones vegetales, sí que me llama la atención la relación que existe entre el ser humano y su referente silencioso y odorífero, sobre todo cuando se trata de determinar el estado civil de su rebaño particular. ¿Cuántas Acacia, Acantha, Adelfa, Alhelí, Amapola, Amarilis, Azalea, Azucena, Celidonia, Dalia, Edelweiss, Eglantina, Gardenia, Gladiola, Hortensia, Iris, Jacinta, Lavanda, Lirio, Magnolia, Margarita, Narcisa, Orquídea, Rosa, Verónica, Violeta, Zinnia, cuántas? Sin embargo, y (casi) todo bien considerado, mucho más agradable es llamarse Jacinto o Narciso que Adolfo Hitler Flores de Valgas Alava, tal como lo encontramos en Chone, un pueblo de 20.000 habitantes situado en lo más profundo de Ecuador (si alguien tiene curiosidad por este pueblo y su ilimitada imaginación bautismal, pedid un deseo a santo Google, os responderá).

Sí, llega la primavera. Y también Antonio Vivaldi. Pero el muy bribón se las veía venir y compuso música para las cuatro estaciones, como para no tener huecos en su agenda. Sin embargo su primavera suele enternecer los corazones, y también las almas. ¡Ah, Le sacre du printemps!

En mi adolescencia, conocí (intentaba, no siempre con éxito, que fuese lo más bíblicamente posible) varias Verónicas. La primera estaba convencida de que su nombre se debía a la admiración de su padre por un famosísimo torero experto en este pase de capote que, según mi compadre Nene (ferviente admirador, sabio y enciclopédico conocedor del tema), tiene una relación estrecha con la tradición cristiana que nos cuenta cómo Verónica, durante el camino al Gólgota, enjugó el rostro de Jesús de Nazaret con un paño, dejando este último su imagen impresa en la tela. La relación entre la tauromaquia y la Verónica católica se debe a la similitud entre el gesto de Verónica con el paño y el movimiento del torero con el capote. De hecho, la estatua que se encuentra en la basílica San Pedro del Vaticano demuestra, no sólo que los disfrazados de las plazas taurinas no han inventado nada, sino que Verónica tenía ya cierta predisposición para engañar a los toros. “Mi” segunda Verónica nació en Benavente, en la provincia de Zamora, y su nombre se debe, según me contó, a la devoción de toda su familia por la Santa que se airea una vez al año durante la Magna Procesión del Santo Entierro el Viernes Santo. Hay que ir buscando el origen del nombre de la tercera Verónica en la desoladora pasión de su madre por un coctel llamado Bloody Mary que, por lo que he entendido, se conoce en España como María la paralítica o -y que nadie me pregunte el por qué- Verónica. La historia tendría algo que ver con un espíritu o un fantasma que aparece al pronunciar tres veces su nombre frente a un espejo. Personalmente, me pierdo un poco, y entre María la sangrienta, María la paralítica, la santa Verónica del Vía Crucis, la de Benavente y la de Roma empiezo a perder mi latín, mi cultura bíblica, mis nociones de tauromaquia y el hilo de esta crónica. Sin embargo, me he dejado a la cuarta Verónica en el tintero.

Un día (no este, sino aquel), la cuarta Verónica me dijo: “Llámame Rosa”. Al preguntarle el por qué, me contestó con una asombrosa naturalidad: “Ambiciono ser una chica picante, y la Verónica no da la talla”. Le devolví la réplica con los primeros versos de una poesía francesa aprendida (y copiada, a modo de castigo, cien veces por no sabérmela) en el colegio:

                      Mignonne, allons voir si la rose
Qui ce matin avoit desclose
Sa robe de pourpre au Soleil,
A point perdu ceste vesprée
Les plis de sa robe pourprée,
Et son teint au vostre pareil.

Me pidió que se lo tradujera, pero tuve que admitir que no tenía la menor idea y que aparte de las palabras “rose” y “soleil”, lo demás me era tan oscuro como la razón de los nombres de flores para las chicas, las coreografías de Pina Bausch, las palabras rusas Весна священная, y la música de Stravinski. Supongo que le decepcionó mi ignorancia del idioma galo. Nunca más la vi. La quinta y última Verónica era todo un poema. Le apasionaban la música medieval, las carreras de caballos, las faldas plisadas (¡!), los caramelos de bergamota, la luna llena y… la primavera. Se le saltaban las lágrimas al escuchar los versos de Rafael Morales:

Era una noche azul; la primavera
inundaba mis sienes y mis manos,
y era el mundo, muchacha, un fruto inmenso,
cálido, abierto, mudo y entregado.
o de Machado:
La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...

A pesar de ser un poema en el cual el autor nos habla de su juventud sin amor, Verónica se quedaba con el beso de los dos primeros versos y me iba repitiendo una y otra vez: “Sé mi primavera, seré tu arboleda”. La verdad es que su arboleda… ¡En fin! Y abría un pequeño cuaderno con un candado dorado para leerme las poesías que copiaba. Todas, sin excepción, hablaban de la primavera: Rubén Darío, “¡Divina Estación! ¡Divina / Estación! Sonríe el alba / más dulcemente. La cola / del pavo real exalta / su prestigio. El sol aumenta / su íntima influencia; y el arpa /  de los nervios vibra sola. / ¡Oh, Primavera sagrada!”; Constantino Cavafis, “La primavera entra en mí, oh alegría verdadera. / La risa es como un rayo de sol, todo de oro puro, / no hay otro jardín como el del amor”. Cuando pensaba su recital acabado, y mi recompensa por tan atento aburrimiento cercana (nadie pensará que sólo me empujaba mi amor al arte, además he aludido ya a su arboleda) ella encontraba una nueva página con un nuevo poema. Extasiada, la mirada berniniesca, respiraba hondo y seguía:

Mis nervios están locos, en las venas
la sangre hierve, líquido de fuego
salta a mis labios donde finge luego
la alegría de todas las verbenas.

Tengo deseos de reír; las penas
que de donar a voluntad no alego,
hoy conmigo no juegan y yo juego
con la tristeza azul de que están llenas.

El mundo late; toda su armonía
la siento tan vibrante que hago mía
cuando escancio en su trova de hechicera.

Es que abrí la ventana hace un momento
y en las alas finísimas del viento
me ha traído su sol la primavera.

Una vez finalizada su lectura, comentaba: “Alfonsina Storni es como miel para el alma”. Se acercaba para susurrarme al oído: “¡Ay! No puedo decirte, aunque quisiera, / el secreto de la primavera”. Aunque hubiese sido sin duda muy contraproducente -eróticamente hablando-, ¡cómo me hubiera gustado acudir a Wittgenstein para contestarle: “De lo que no se puede hablar hay que callar”! Opté por otra táctica. Un día (sí, aquel), harto ya de tantos versos maravillosos, decidí también apuntar algunas poesías y una tarde (la de aquel mismo día), bajo la suave cabellera de un sauce lentamente balanceada por un delicioso y cálido viento, le leí los siguientes versos:

Abril es el mes más cruel: engendra
lilas de la tierra muerta, mezcla
recuerdos y anhelos, despierta
inertes raíces con lluvias primaverales. T.S. Eliot

¡De que callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera la primavera!
(Yo, muriendo.) Nicolás Guillén

Cuando venga la Primavera,
si ya estuviera muerto,
las flores florecerán de la misma manera
y los árboles no serán menos verdes que en la primavera pasada.
La realidad no precisa de mí. Fernando Pessoa
Pues, no relataré cómo acabó la tarde, no, me limitaré a decir que, al igual que la realidad pessoana, Verónica no precisó más de mí. Así acabaron mis andanzas por la saga de las Verónicas, las arboledas, los sauces llorones, las almas gemelas, los jardines del amor, y puede que, también, de Vivaldi. Desde entonces, cada vez que me cruzo con una mujer de florido nombre, me tomo un cargamento de antihistamínicos -como mínimo para sobrevivir a la invasión de los corazones  en todas sus formas de polinización primaveral-, doy media vuelta y estornudo con el escritor colombiano Alonso Sánchez Baute: ¡Al diablo la maldita primavera!

En fin, como dice mi compadre Nene: “Siempre nos quedarán Corín Tellado y Abū l-Walīd Muhammad ibn Ahmad ibn Muhammad ibn Rushd”.

Continuará… o no.

4 comentarios:

  1. o como dice Bogart en "Casablanca", "siempre nos quedará París", y aquí si que hay poesía, y primavera y encanto... y romanticismo, y bohemios y mujeres que se sientes libres, y hombres que las persiguen como se persigue a un sueño inalcanzable...

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  2. ¿Es el nombre que moldea a la persona o es la persona quien impregna de su personalidad al nombre dándole una identidad imborrable por siempre?

    Carme Pau

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  3. Hola Esther. Sí, Casablanca, evidentemente, la última frase de mis crónicas es una parodia de la misma frase de esta película. En cuanto a los hombres que persiguen a las mujeres, ¿qué quieres que te diga? Lo inalcanzable es amenudo la idea de lo alcanzable. Que sea hombre o mujer, dentro de un sueño o fuera de su propia vida, nos cruzamos con muchas personas, pero pocas veces nos encontramos con los demás. ¿Qué opinaría Bogart?

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  4. Hola Carme, ¿me estás hablando de esquizofrenia, de trastornos de la personalidad? Por cierto, si quieres conocer mejor a Valentino W., mira su autobiografía en la entrada ¿Quienes somos? Ya me contarás... Un abrazo

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