viernes, 27 de mayo de 2011

El Calvario de Rogier van der Weyden. Conservadores y restauradores

El Calvario de Rogier van der Weyden, Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
Carmen García Frías, Conservadora de pintura de Patrimonio Nacional
De la tres únicas obras de Rogier van der Weyden que han podido ser documentadas en las fuentes historiográficas, España tiene la fortuna de contar con dos, ambas propiedad de Patrimonio Nacional: El Descendimiento de la Cruz (Hacia 1435), en depósito en el Museo Nacional del Prado, y El Calvario (Hacia 1456-1460) del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. La tercera, el Retablo de la Cartuja de Miraflores, que fue regalo del rey Juan II de Castilla a la misma en 1445, se encuentra hoy en la Gemaldegalerie de Berlín.
En cuanto a la historia de El Calvario a partir de su llegada a España, en un primer momento Felipe II decide su instalación en la capilla del Palacio del Valsaín (cerca de Segovia), antes de su traslado definitivo a su recién creado Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde figura entregado oficialmente en 1574, instalada en el altar mayor de la Sacristía de El Escorial. Allí permaneció hasta la reorganización decorativa de la sala por parte de Diego Velázquez en 1656, pasando a presidir la Librería del Coro, hasta que a finales del siglo XIX, se redescubrió su importancia y se trasladó a la zona de visita del Monasterio de El Escorial, para poder ser admirarlo en toda su grandiosidad.
La importante restauración llevada a cabo por el Museo Nacional del Prado entre 1945 y 1947, contribuyó a cambiar la opinión generalizada de la crítica especializada en Rogier Van der Weyden, quienes consideraban que su estado de conservación era tan precario que la obra estaba casi perdida. Pero la eliminación de los numerosos repintes, algunos de ellos escandalosamente levantados y que enmascaraban la mayor parte de su superficie pictórica, permitió valorar las relativas buenas condiciones en que se encontraba la obra en las partes principales de la escena y recuperar su impresionante belleza artística y maestría técnica.




Esta nueva intervención a la que se va a someter El Calvario, en el marco de colaboración del Museo Nacional del Prado y Patrimonio Nacional, va a permitir extraer una serie de conclusiones muy importantes para el conocimiento de esta obra fundamental de la pintura, así como devolverle su verdadero aspecto. El estudio técnico previo a la restauración nos dará las pautas fundamentales sobre el estado físico real de la obra y sobre el proceso de intervención a llevar a cabo por parte de los restauradores. Para ello, se contará con la aplicación de las más nuevas tecnologías de laboratorio aplicadas a la intervención de obras de arte en la actualidad –macrofotografías, reflectografías infrarrojas, radiografías, análisis estratigráficos. Tras esta primera fase técnica, que durará varios meses, se pasará al tratamiento de su complicado soporte de madera y a la restauración propiamente dicha, en la que intervendrá personal especializado, tanto del Museo Nacional del Prado como de Patrimonio Nacional. También será fundamental el asesoramiento científico del equipo de conservadores de ambas instituciones, que aportará la información historiográfica y documental más estrechamente ligada a la obra.

Informe sobre el estado de conservación de El Calvario
El Calvario de Roger van der Weyden es un cuadro de grandes dimensiones (244 cm x 193 cm) que está configurado por trece paneles de roble sobre los que se asienta la preparación y la capa pictórica. Por lo tanto, y como sucedió con la reciente intervención en las tablas de Adán y Eva de Durero, el planteamiento de soluciones es una tarea conjunta entre el restaurador de soporte y el restaurador de la superficie pictórica.
Tras la realización de los estudios técnicos y análisis necesarios, cuyo objetivo es incrementar la documentación técnica de la obra y ofrecer apoyo a los trabajos de restauración, se procederá como primera medida al tratamiento del soporte.
Soporte
Un soporte de estas dimensiones, fabricado con tablas en sentido horizontal, es por sí mismo estructuralmente frágil, ya que todo el peso de los tablones recae sobre el inmediatamente inferior, acumulándose grandes tensiones que han provocado, entre otras cosas, deformaciones en forma de teja en el cuadro.
En cuanto a roturas en el soporte, aunque en una primera impresión sólo se aprecia una grieta que divide el cuadro en dos mitades, tras un estudio más profundo se aprecian multitud de fisuras, muchas de las cuales son coincidentes con las juntas de panel. Estas roturas han sido
causadas por el bastidor de pino en retícula, un incorrecto sistema de sujeción con el que se trató de aplanar el soporte y conseguir una superficie uniforme de la pintura. Desafortunadamente, estos barrotes no permiten el movimiento natural de la madera, y las enormes tensiones creadas han provocado la separación de los paneles y la aparición de grietas y aberturas, muchas de las cuales estas ya fueron tratadas, al menos una vez, tal y como se aprecia en los repintes y perdidas que son visibles en la capa pictórica.
La colocación de esta “cárcel” de madera y el encajar la estructura a modo de cuarterón dentro del marco, propició la transformación de una curvatura regular y natural de la madera a tres “tejas” que se marcan claramente sobre la superficie y que distorsionan la lectura de la escena.
Capa pictórica
Se observan grietas, pérdidas y desgastes, daños que han sido agudizados por las distintas limpiezas llevadas a cabo en sucesivos tratamientos. El deterioro más importante de la superficie pictórica parece concentrarse en la mitad inferior de la obra, la más próxima al espectador; la recuperación de la unidad de esta zona es de gran importancia, ya que sugiere la profundidad de la escena y desde aquí se elevan y asientan las tres figuras que forman la composición.
Toda la superficie presenta grandes repintes que se han alterado con el paso del tiempo, produciendo numerosas manchas opacas. Son discernibles a simple vista los densos repintes amarillentos que cubren tanto las pérdidas y como la pintura original alterando, por ejemplo, la textura y las frías tonalidades de la piedra, en la base de la cruz o los tonos oscuros de la madera de la cruz, ahora de aspecto opaco y denso, escondiendo las calidades y transparencias propias de las pinturas de Van der Weyden.
En los ropajes blancos es donde mejor se aprecian los desperfectos producidos por los retoques: grandes superficies de repintes, extienden su tono azulado más allá de las pérdidas, invadiendo la pintura original, rompiendo las formas y alterando los volúmenes.
Aunque es en las carnaciones de las figuras donde encontramos la pintura mejor conservada, también aquí se aprecian numerosos daños y repintes, especialmente en el cuerpo de Cristo, donde existen fuertes desgastes de las sombras originales en las piernas y manchas azuladas de retoques alterados, que rompen todo el efecto de peso y volumen.
(Resumen del informe realizado por el equipo del Área de Restauración del Museo del Prado, bajo la supervisión de Gabriele Finaldi, Director Adjunto de Conservación e Investigación del Museo)
Obra maestra de la colección real que se conserva en El Escorial
Patrimonio Nacional y el Museo del Prado colaboran en el estudio y restauración de El Calvario de Van der Weyden
El Museo del Prado y Patrimonio Nacional han suscrito un convenio de colaboración para el estudio técnico y la restauración, en los talleres del Museo, de El Calvario de Rogier van der Weyden, una de las grandes obras de la prestigiosa colección de pintura flamenca atesorada por Felipe II que se conserva oficialmente documentada desde 1574 en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y que, junto a El Descendimiento, hoy en el Museo del Prado, forman la más alta representación de ejemplos del maestro de Tournai en España. Este proyecto se incorpora al programa de restauración del Museo del Prado que cuenta con el patrocinio de la Fundación Iberdrola desde el pasado año 2010.
Rogier Van der Weyden (Tournai 1399/1400-Bruselas 1464) fue, junto a Jan van Eyck, el pintor más importante de los Países Bajos durante los años centrales del siglo XV y su influencia se hizo sentir de forma decisiva en numerosos artistas del momento e incluso hasta bien entrado el siglo XVI. La maestría de sus composiciones, la elegancia en las actitudes y proporciones de sus figuras, y el profundo dramatismo de sus gestos, son algunas de las características que han permitido consagrarle como uno de los grandes maestros de la pintura universal.
Rogier realizó El Calvario probablemente en torno a 1460, cuatro años antes de su muerte, para la Cartuja de Scheut, próxima a Bruselas, institución a la que estuvo muy estrechamente ligado. La obra fue vendida por la Cartuja en 1555, según figura en los documentos de sus archivos, pero se desconoce exactamente quien fue su comprador. Se sospecha que fuera la Gobernadora de los Países Bajos, María de Austria, más conocida como María de Hungría, la que la adquirió, antes de su partida definitiva a España en 1556, acompañando a su hermano, el emperador Carlos V. Aunque también pudo ser directamente su sobrino Felipe II, quien estuvo también en ese año de 1555 (desde agosto) en la ciudad de Bruselas. Sea de una forma u otra, la obra entra en las colecciones reales españolas a partir de este momento.
Los diversos avatares por los que ha pasado esta magnífica obra en el Monasterio de El Escorial –los distintos cambios de ubicación dentro del edificio, el traslado forzoso a Madrid durante la invasión napoleónica, etc.- tuvieron consecuencias sobre el estado de conservación de esta excepcional tabla de madera de roble compuesta de trece paneles de fino grosor, como es habitual en este tipo de tablas flamencas del siglo XV, cuyas grandes dimensiones la hacen ser realmente única en su momento.
El estudio y posterior restauración de El Calvario de Weyden será llevada a cabo por el equipo de restauración del Museo del Prado en colaboración con los técnicos de Patrimonio Nacional, para lo cual el Museo pone al servicio del proyecto los medios técnicos y la experiencia adquirida en la restauración de obras sobre tabla en las últimas décadas, incluida la de El Descendimiento, del mismo autor, intervenida en 1993. El proyecto contempla, en un largo proceso de trabajo, un estudio complejo y completo de la obra para poder alcanzar la mejor solución para el tratamiento de conservación y restauración que requiere, cuya complejidad representará sin duda un nuevo hito para las dos instituciones y un acontecimiento de singular importancia en el campo de la historia del arte y de la conservación artística.
El acuerdo suscrito por las dos instituciones públicas, que conservan conjuntamente la mayor parte de las obras procedentes de las colecciones reales españolas, da prueba de su alto grado de compromiso en la preservación del patrimonio artístico y de la activa colaboración que mantienen en estos últimos años. Tras los dos años aproximadamente que se calcula necesario invertir en el estudio y restauración de El Calvario y una vez concluida la intervención, la obra se exhibirá en el Prado durante tres meses antes de su regreso a El Escorial

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