martes, 6 de septiembre de 2011

"Cada vez menos gente quiere leer y más desea escribir"

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 ANDREA AGUILAR

Señalado como uno de los mejores de su generación, el autor ruso-estadounidense novela en Una súper triste historia de amor verdadero la muerte del libro y la lectura
Los teléfonos móviles han sido sustituidos por äpärät, un dispositivo electrónico que te permite descubrir a golpe de clic todo tipo de detalles sobre los desconocidos que te rodean: dónde estudiaron, cuál es su nivel de colesterol, qué han comprado o la postura que adoptaron en su última relación sexual. La prenda de moda entre las jóvenes son los llamados vaqueros piel de cebolla, completamente transparentes. El edificio de la ONU es un centro comercial gigante. The New York Times se ha convertido en una revista de estilo de vida. Las chabolas han vuelto a Central Park. Tanques con ametralladoras circulan por las avenidas neoyorquinas, plagadas de puestos de controles policiales y de unos singulares postes que informan sobre el nivel de crédito del que dispone cada viandante. EE UU está en guerra con Venezuela y un único partido gobierna con puño de hierro el país e intenta guardar el tipo frente a los acreedores chinos. Este es el mundo que Gary Shteyngart (Leningrado, hoy San Petersburgo, 1972) describe en su tercera novela, Una súper triste historia de amor verdadero (Duomo).
Shteyngart, uno de los 20 escritores estadounidenses menores de 40 años señalados el año pasado por la revista The New Yorker como los mejores de la nueva generación, es menudo y rebosa energía verbal. Lleva gafas, viste vaqueros, una camisa de cuadros y deportivas, ropa de fibras naturales, como le gusta a Eunice, la protagonista femenina de su novela. Irónico y nervioso, salta con destreza de una idea a otra. Ya lleva 120 lecturas públicas de su libro, que ha tenido una excelente acogida crítica y comercial. No parece en absoluto cansado. "Empecé a escribirlo en 2006 y dos años después vi que la realidad estaba superando lo que imaginaba y tuve que pintar un mundo mucho peor", explica divertido. "Creo que acerté con lo de los chinos. Ahora nuestros mercados están ligados y no pueden deshacerse de nuestros bonos pero si desarrollan una clase media de 500 millones de personas, ¿quién nos necesitará como consumidores? Hay un optimismo ridículo en EE UU, la gente cree desde hace más de un siglo que si trabajas realmente duro y te portas bien acabarás siendo millonario. Vivimos en una realidad falsa y mucha gente aún vota como si fueran millonarios en potencia".
Shteyngart habla sentado en el salón de su apartamento próximo a Gramercy Park en Nueva York. Antes, como Lenny, el héroe de su novela, vivía en los bloques de Stuyvestant junto al East River. Y como él, el escritor tiene una gran estantería repleta de libros -algo que convierte a Lenny en un bicho raro, anclado en el pasado, fanático de esos objetos que todo el mundo desprecia por el hedor a tinta y que por supuesto nadie lee-. Además de la pasión lectora, Shteyngart comparte con su personaje su origen de inmigrante judío ruso. "Los asquenazíes soviéticos son la gente más pesimista que uno puede encontrar. Creo que la mezcla del lado americano con esto me da un buen equilibrio", asegura. Llegó a EE UU a los siete años y ya hacía dos que había escrito su primer cuento largo: una historia en la que Lenin se hacía amigo de un ganso mágico y juntos intentaban invadir Finlandia para llevar el régimen comunista, aunque acababan peleados y el padre de la revolución se comía al ganso. "Me lo encargó mi abuela y me pagó con trocitos de queso", cuenta.
Shteyngart todavía defiende el papel de la política en su literatura. "Es lo que me interesa. Crecí en la URSS y luego me trasladé a la América de Reagan. Lo que conozco son grandes imperios e ideas políticas que van terriblemente mal". Sin embargo, el punto de partida de Una súper triste historia de amor verdadero fue la muerte del libro y de la lectura. Imaginó a un nostálgico Lenny que se resiste a dejar de leer, enamorado de Eunice, una bella joven de origen coreano inmersa en las nuevas tecnologías.
Antes de dedicarse profesionalmente a la literatura Shteyngart trabajó como pasante en un despacho de abogados. Dice que aquello le provocó una crisis nerviosa de la que se recuperó en la costa valenciana. A su primera novela, El manual del debutante ruso, le siguió Absurdistán, ambas en Alfaguara. También ha escrito un buen número de artículos de viajes. Le gusta trabajar en la cama. Cada año visita Rusia. Ahora prepara un libro de no ficción sobre su infancia y trabaja en un episodio piloto para una nueva serie de HBO. Además, imparte cursos en la Universidad de Columbia y allí ha tenido como alumno a James Franco. El actor participa en un vídeo promocional de la nueva novela en el que el escritor, supuestamente analfabeto, enseña a sus alumnos a comportarse en una fiesta de The Paris Review.
PREGUNTA. ¿La mejor manera de construir una sátira sobre EE UU es a través de una historia de amor?
RESPUESTA. Sí, mira 1984 y Un mundo feliz, esta última es más inteligente con respecto a las ideas. Pero recuerdo la novela de Orwell mucho mejor porque hay una pareja de enamorados, en contra de la sociedad, del Gran Hermano. Ahora no es necesario espiar porque toda la información ya está expuesta. Las personas han pasado a ser datos con piernas.
P. ¿Se pregunta por qué quieren aprender a escribir sus alumnos?
R. En EE UU cada vez menos gente quiere leer y más quieren escribir. Es casi como un videojuego en el que la gente pretende ser el héroe, no el escenario. La revista Tin House exige una factura de la compra de un libro en los últimos tres meses a los autores que envían su trabajo.
P. Sus personajes leen a Kundera.
R. Yo lo leí cuando era muy joven y a esa edad uno es muy político y erótico al mismo tiempo. Pensé que estaría bien poner a Lenny tratando de crear una situación erótica con Eunice mientras leen.
P. La novela alterna el diario de Lenny con los chats y correos electrónicos de su novia. ¿Qué ritmo buscaba en el libro?
R. Lenny escribe cosas íntimas y ella cosas muy salidas que van dirigidas a alguien sin que se le mueva una pestaña. Quería un dúo entre dos personas, pero muchos lectores lo ven como fragmentario y agradecen no tener que escuchar a una sola voz pensando.
P. Contrató a un profesor de Facebook. ¿Le ayudó alguien con el tono de Eunice?
R. Con salir al pasillo después de clase y escuchar es suficiente. Además, he tenido muchas novias de California.
Una de las clases que Shteyngart imparte en la universidad es sobre lo que denomina "literatura del hombre histérico". Allí repasa el trabajo de Philip Roth, Saul Bellow, Mordecai Richler y Martin Amis, entre otros. El texto introductorio al curso sostiene que los hombres escritores llevan algún tiempo aullando furiosos en primera persona. Qué aporta vitalidad al héroe histérico es una de las cuestiones que tratan de dilucidar. Shteyngart solo incluye Absurdistán en este grupo. Habla fascinado y con cierta nostalgia de una época en la que los libros marcaban generaciones enteras y gobernaban la vida de millones de personas. "La gente hablaba de la última novela de Bellow en la oficina. ¿Imaginas eso ahora? Era un mundo distinto. Debía ser agradable tener un papel no marginal en la cultura".
P. ¿La exageración ofrece un retrato más realista?
R. No exagero tanto como podría parecer. En este libro y en el anterior se trata casi de periodismo. Hice un montón de entrevistas y he pasado mucho tiempo yendo a sitios. Cada página tiene detrás cientos de notas. Hay muchos escritores que no abandonan sus confines, ya sea Brooklyn o Barcelona, y piensan que el mundo es de una determinada manera, pero la verdad es que es bastante peor.
P. ¿Esa línea delgada entre realidad y ficción, entre documentar e imaginar, entre la literatura de no ficción o la literatura inspirada en la realidad es lo que mejor define el presente?
R. Formo parte de una generación de escritores que no somos inmigrantes sino escritores globales. Es como lo que Stalin llamaba el desarraigo cosmopolita judío, es donde estamos.
P. ¿Tiene el humor alguna contrapartida?
R. Nadie se lo toma en serio en EE UU, es como: "Mira, un gracioso, que Dios le ayude". En el Reino Unido lo aprecian más.
P. Defiende que escribe para entretener. ¿Por qué?
R. No quiero que la literatura se convierta como la poesía en un gueto intelectual y que lean solo quienes intentan escribir. Me parece bien la literatura experimental y compleja, pero no tiene por qué ser lo que predomine. Quiero que la ficción sea interesante.

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