viernes, 16 de diciembre de 2011

"La burbuja cultural también ha explotado"

Miguel Zugaza y José Guirao tratan medidas concretas para el desarrollo de la cultura

PEIO H. RIAÑO
Miguel Zugaza, director del Prado, y José Guirao, director de La Casa Encendida.-

Miguel Zugaza, director del Prado, y José Guirao, director de La Casa Encendida.-REYES SEDANO

El director del Museo del Prado y el director de La Casa Encendida, juntos de nuevo después de formar equipo en el Museo Reina Sofía, en 1994, cuando José Guirao (Pulpí, Almería, 1959) era su director y Miguel Zugaza (Durango, Vizcaya, 1964) subdirector, para conversar sobre la refundación del sistema del arte en España ante los recortes presupuestarios. Ambos coinciden en pedir la implicación de la sociedad en la defensa y protección del sistema público de los museos y en la necesidad de mantener la calidad de las propuestas en tiempos revueltos.
Público: ¿Qué otras políticas alternativas a la del recorte se pueden aplicar a la gestión de la cultura en estos momentos?
Zugaza: "Estos años hemos conseguido convencer a la sociedad de que la cultura es algo relevante"
José Guirao: Hay que hacer un esfuerzo de recortes ordinarios. También hay que exigir calidad. Uno de los peligros de la crisis es la banalización del discurso. Creo que la cultura es un refugio del pensamiento, de la reflexión y del bienestar de la gente. Por otro lado, en España la mayoría de cultura está financiada por lo público. Se ha abierto bastante brecha en las aportaciones de lo privado y El Prado es un ejemplo de ello, gracias a un cambio de legislación para poder generar más recursos. Es importante transmitir a la sociedad que la creación es un asunto de todos, no sólo de las administraciones.

Miguel Zugaza: Desde luego, pero también tenemos que ser críticos con lo que hemos hecho, porque España ha cambiado extraordinariamente. La burbuja cultural también ha explotado. ¿Por qué? Porque la mayor parte de las instituciones que hemos construido dependen de la financiación pública y en cuanto deja de haber dinero muestran la precariedad de ese modelo. Debemos ser conscientes de que hemos avanzado mucho, pero no sé si en todo con el rigor que deberíamos haberlo hecho. Le hemos visto por primera vez al rey desnudo. Ya no podremos ofrecer un menú a la carta, así que demos un buen menú del día para saciar el apetito. A cambio, estos años hemos conseguido algo valioso, convencer a la sociedad de que la cultura es algo relevante.
Si hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, ¿qué pasará con esas instituciones en una situación precaria?
Guirao: "Si un museo no te sorprende o te descubre, ¿cuál es su función?"
J. G. La crisis ha puesto en evidencia qué instituciones han hecho un programa que ha arraigado en la sociedad por su calidad y capacidad para llegar a la gente y cuáles no. Las que lo hayan logrado sobrevivirán, porque la sociedad las protegerá. En el ámbito del arte contemporáneo ha habido instituciones que han hecho una programación dirigida sólo al núcleo del arte contemporáneo. La sociedad también tiene que decir algo y defender lo que valora y quiere. Pero también le pasará a la Administración: si hay instituciones que no les interesan, desaparecerán. Porque quizás para eso también sirve la crisis: para limpiar los proyectos que estaban en el aire. Un buen proyecto se defiende bien ante cualquier circunstancia.
¿No habría que plantear la aportación de las instituciones privadas, pedir mayor colaboración con las públicas?
J. G. Una institución cumple con la misión de aportar a la sociedad y las instituciones privadas no pueden rescatar a las públicas de la ruina. Una cosa es colaborar y cooperar y otra cosa es que la Fundación Marcho Caja Madrid rescaten al Prado o al Museo Reina Sofía si estas no tienen dinero. Será un problema de Estado para el Gobierno.
Guirao: "El modelo de los museos europeos es público. Y no hay que perder esa divisa"
M. Z. El modelo de los museos europeos es de carácter público. Creo que esa divisa no hay que perderla. Depende de que la Administración tenga como prioridad mantener abiertos los museos, tal y como lo es la sanidad o la educación. El museo es como un hospital y una escuela. Si no es así, el Estado deberá pactar con la sociedad (en el sentido más amplio) para que, sin dejar de ser servicios públicos, se puedan mantener. Eso implica un cambio de la mentalidad de la sociedad, un cambio radical en la ley y en la forma del mecenazgo tal y como lo entendemos en España. Sin embargo, no hemos sido capaces de crear una masa crítica capaz de defender la utilidad pública de este tipo de instituciones. Eso falta por hacer y eso en los próximos años nos obligará a llevar a cabo nuevos pactos para mantener lo fundamental de nuestra actividad.
¿Tienen alguna medida concreta en mente?
M. Z. Creo que las instituciones más grandes, las que tienen más capacidad de financiar una parte importante de su presupuesto, deberían, con su esfuerzo de ahorro, ayudar al mantenimiento de otras instituciones que no tienen esa capacidad. En ese pacto del que hablo, que es un pacto con el Ministerio de Hacienda, debería aprovecharse ese ahorro para que llegue a otras instituciones que lo necesitan, sin la misma capacidad de generar recursos.
Zugaza: "En torno a la cultura hay una economía, con futuro. No somos una cuadrilla de ociosos"
J. G. Hay un trabajo pendiente por hacer de la mayoría de la Administración pública, porque cuando busca financiación fuera lo hace buscando recursos para operaciones puntuales, que tienen que ver con operaciones de prestigio. La alianza entre lo público y lo privado debería llegar por proyectos a medio y largo plazo, que no terminaran en hechos puntuales. Hay que buscar modelos para que la iniciativa privada no se sienta sólo como una fuente de financiación, sino que esté involucrada en un proyecto institucional público con otros mecanismos de cooperación. Lo ideal es que se involucre a la empresa en las ideas y valores que se quieren transmitir en el proyecto, no como alguien que paga sino como alguien que colabora. Para eso hay que tener unas líneas de trabajo que duren en el tiempo, no puede ser que un museo inicie una línea y haya un cambio de responsable a los tres años y cambie de línea
M. Z. Pero eso de alguna manera se ha ganado ya, ¿no? La batalla de defender la autonomía profesional.
Bueno, si no contamos con los casos del Niemeyer en Avilés y del CCCB en Barcelona, por ejemplo.
Guirao: "Es importante transmitir a la sociedad que la creación es un asunto de todos"
M. Z. Sí, todavía hay desajustes. Pero se ha avanzado.
J. G. Desde luego, las buenas prácticas se van asentando. De todas maneras, hay que hacer un esfuerzo doble: que lo privado no invierta solo buscando un retorno de imagen y que lo público sea capaz de hacer ofertas de fondo y más consistentes. Lo público debe buscar aliados y pactar con la sociedad para que esta entienda cuál es su proyecto y garantice el proyecto.
M. Z. En El Prado, el recorte es de un 30% de aportación pública. La respuesta que hemos dado, y esto no quiere decir que todos los museos puedan hacerlo, es ofrecer más servicio público. Además, hay que contar las ayudas económicas que llegan al entorno gracias al museo. No es una visión economicista, es una visión realista. Es un valor que hay que poner delante de la administración y de la sociedad. Habría que decir todos los días que la cultura aporta un 4% al PIB español, para que la sociedad entienda que en torno a la cultura hay una economía, con futuro. No somos una cuadrilla de ociosos.
Zugaza: "A los museos se nos juzga por el número de visitas al año y no es el indicador más relevante»
Entonces, ¿se debe legitimar la cultura en función de sus beneficios?
M. Z. Eso, por supuesto, no. No es el indicador, pero no por eso no puedes dejar de considerar el fenómeno cultural dentro de la realidad. Y la realidad es social, política y económica.
J. G. Pero, además, ¿por qué vas a pensar que el disfrute de un turista es menor por el hecho de ser turista? El arte si no se contempla y se aprecia es un objeto inerme.
M. Z. Ahora a los museos se nos juzga por el número de visitas que tenemos al año y creo que no es el indicador más relevante. Una crítica razonable al Prado es por qué el público joven no viene todavía. Esa sí es una cuestión interesante, no si han venido 30.000 visitantes más o menos.
J. G. El gran peligro de eso es que solo tienen sentido los proyectos muy comerciales. Si un museo no te sorprende o te descubre, ¿cuál es su función?
Precisamente, ¿cómo se ha modificado la figura del director como mediador cultural?
J. G. Cada proyecto tiene una manera de mediar con la realidad. No es lo mismo El Prado, que el Reina Sofía o La Casa Encendida. Pero es verdad que hay dos tipos de directores que arrastran, vayan por donde vayan, el mismo proyecto y la misma actitud. En realidad, son proyectos personales y no proyectos institucionales. El gestor cultural, en tanto que mediador, es alguien que media entre dos mundos: el de la creación y el público. Tiene que estar al servicio de ambos, ese es su proyecto. Es verdad que uno siempre interviene y hace una selección, pero si tú eliges a unos artistas que trabajen en una sola línea de pensamiento y, además, te diriges a una sola línea de discurso, utilizas la institución para tu uso. En ese sentido, los gestores debemos ser invisibles.
M. Z. Rodrigo Uría, antiguo presidente del Patronato, decía de El Prado que era al mismo tiempo, una institución, un museo y una empresa. Insisto: no vale crear un solo modelo. Quien lo dirige debe adaptarse. Pero no se pude entender ninguna institución sin esa visión. Un museo bien gestionado si no tiene una autoridad desde el punto de vista intelectual, no funciona. En los museos EEUU ha habido una desviación desde el director más académico hacia el director más gerente, que tiene como principal misión conseguir dinero. Eso no ha pasado en España. La responsabilidad de lo público ha permitido que estemos al margen de esa deriva.
J. G. Quizás no sirve solamente ser un buen historiador para ser director. Hay que preparar a la gente para otro modelo, con un perfil más complejo de conocimiento administrativo.
M. Z. Retomando lo que comentabas, también creo que el modelo ideal no sea el director-autor. En un museo mediano lo que un director debe hacer es potenciar el trabajo en equipo que hacen los conservadores y todos los colaboradores. En El Prado los proyectos surgen de los propios investigadores del museo. Recuerdo que cuando me convocó José al Museo Reina Sofía, nos pidieron generar más proyectos desde el propio museo. Contar con las visiones de los diferentes conservadores te permite tener una visión más plural. Pero imagino que en instituciones pequeñas, donde el director es como el hombre orquesta, seguramente deba tener un papel más definitorio. Pero en la medida en que tienes más profesionales a tu cargo para contar más historias diferentes, hay que promoverlas.
J. G. La autoridad se confunde con el personalismo. En ese sentido, tampoco estoy de acuerdo con el museo de autor. Conseguir una autoría colectiva es conseguir una gran autoría. El problema está en saber para quién trabajas: si lo haces para la institución, la institución es colectiva; si trabajas para ti y para tu idea, no trabajas para la institución o estás poniendo la institución a tus servicios. Los proyectos que sobreviven son los que están abiertos: cuanto más cierras un proyecto, más acortas su vida. Cuando más lo enriqueces con otras visiones, más fuerte haces el proyecto. Los proyectos que no se oxigenan, se encierran en sí mismos y terminan consumiéndose en su propia salsa.

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