lunes, 9 de enero de 2012

Bukowski antes de Bukowski

La editorial Anagrama publica 'Ausencia del héroe', un volumen de ensayos y relatos inéditos en español que muestran la semilla literaria del escritor

PAULA CORROTOMADRID

Imagen de Charles Bukowski tomada en París durante el programa de la televisión francesa 'Apostrophes', en 1978.

Imagen de Charles Bukowski tomada en París durante el programa de la televisión francesa 'Apostrophes', en 1978.GETTY

 

De Charles Bukowski (1920-1994) uno puede pensar lo siguiente: realismo sucio, lenguaje obsceno, frase corta, improperios. Putas. Borrachos. Cerdos. O bien, puede bucear un poco más y hallar a un gran intelectual y crítico literario, un pacifista imbuido de dulzura y un acérrimo buscador del amor. Un defensor de los derechos de los animales ("Igual las corridas de toros no son precisamente correctas", escribió en el relato inédito hasta ahora ¡Ah, liberación, libertad, lirios en la luna!) e incesante fustigador de la violencia en la infancia.
Desgraciadamente, el riego de imitadores de Bukowski y el hecho de que las primeras traducciones de su obra en España fueran de su producción más descarnadamente sexual (y más mediática), ha ocultado parcialmente su imagen más afectada. Sólo ahora con la reciente publicación de parte de su poesía desconocida Visor editó en 2009 La gente parece flores al fin y del volumen Ausencia del héroe. Relatos y ensayos inéditos 1946-2002, que Anagrama lanzará en unos días, el lector puede acercarse a un escritor que, si bien tenía matrícula de honor en palabrería soez, también era capaz de ponerse cursi: "Paseaba y era como si llevara el sol en mi interior", según escribió acerca del enamoramiento en su columna Escritos de un viejo indecente (1974).

"Muchas escenas aparecieron en obras posteriores", dice su traductor
"En estos relatos y ensayos que se publican por primera vez en español se puede ver muy bien la evolución estilística e ideológica del escritor. En realidad, muchas de las escenas son las originales que luego fue retocando para otras obras, por lo que aquí tenemos a un autor mucho más descarnado, confesional y sincero", comenta a este periódico Eduardo Iriarte Goñi, traductor del reciente libro de Anagrama y de otras obras bukowskianas como los poemarios Lo más importante es saber atravesar el fuego y ¡Adelante!.
En los cuentos hay, en ocasiones, una imagen tierna, hasta cursi
Estamos, por tanto, ante un Bukowski sin máscara. En estos relatos, que en su día aparecieron en pequeñas publicaciones, y que si han sido recuperados ha sido por la ardua labor de olfateadores de la obra bukowskiana, se observa al escritor despojado de la pose rebelde que desarrollaría, sobre todo, en los sesenta y setenta. Este es un Bukowski seminal con una pluma que no se queda en la superficialidad de los temas que le preocupan, como puede suceder en Factotum, y que acude a lo esencial. Un escritor "capaz de lograr una sinceridad sin caricatura, cosa que no han logrado sus imitadores", añade Iriarte. De hecho, hay dos relatos en los que aparece por primera vez la semilla de su alter-ego, Henry (Hank) Chinaski: en 80 aviones no te dejan fuera de toda sospecha (1957) el protagonista es un tal Hank y en La razón detrás de la razón, la trama gira, curiosamente, en torno a un hombre apellidado Chelaski.

Denuncia de los abusos

Es un Bukowski sin máscara, despojado de su imagen de tipo duro y rebelde
La sinceridad de Bukowski consigo mismo queda plasmada en los cuentos La historia del violador y ¡Ah liberación, libertad, lirios en la luna!. La biografía del escritor señala con crudeza los abusos que sufrió durante su niñez por parte de su padre. De hecho, en numerosas obras ha tratado este amargo episodio de su vida lleno de palizas, gritos y alcohol. No obstante, en estos dos relatos hay una denuncia tangible de la violencia hacia los niños. En el primero, escrito en 1952 (tres años antes que Lolita, de Nabokov, según reconoce en el prólogo David Stephen Calonne), el protagonista es acusado de violar a un niña. Cierto es que hay algunas escenas explícitas ("Ya lavo yo al gusano", dijo la pequeña, y agarró otra pastilla de jabón y se puso a frotar (...) "Eh, está creciendo", gritó la niña, "¡se está haciendo enorme"), pero su tesis final es el rechazo absoluto hacia un acto indiscriminado tan atroz. En el segundo relato, la denuncia del maltrato hacia los niños es mucho más evidente. Además, Bukowski se permite el lujo de vapulear a los que se creen moralmente superiores por el mero hecho de exigir su dignidad en grupo: "¿Se te ocurre algún otro grupo con menos derechos que los niños? Se los maltrata, se los escolariza, se los deja a un lado (...) Mientras exiges libertades, lo esclavizas todo (...) ¡Maldito cerdo fascista!".

Paz y amor

El nihilismo que aflora en ocasiones en el escritor, conocido seguidor de las tesis de Nietzsche (llevó a rajatabla eso de fustigarse en el proceso creativo), deja paso en ocasiones a un curioso idealismo dickensiano. En el cuento Es difícil vender la paz, tío, el escritor reflexiona sobre la persistencia de la guerra hasta en las acciones más cotidianas del ser humano. Como si fuera imposible evitarla. Como si, prácticamente, estuviera en nuestro ADN. Pero el planteamiento del escritor es no dejarse llevar por lo inevitable.
El nihilismo del escritor deja paso al idealismo de la contracultura
Como sostiene David Stephen Calonne, Bukowski se quita la careta del macarra y abraza el paz y amor contracultural: "Es hora de milagros mayores y mejores y de hablar de ellos, de ver cómo hemos andado errados durante tanto tiempo..., esto es un comienzo, no una súplica. La paz no suplica nada salvo cumplirse", escribe. En los años sesenta, hasta Buwkoski creía que después de la bomba atómica era hora de parar de una vez con la escalada de violencia.
Precisamente, aunque su relación con la Generación Beat (Ginsberg, Burroughs, Kerouac, entre ellos), no era muy estrecha, según recuerda Iriarte, los lazos literarios son ineludibles. La frase corta, la fragmentación y la presencia continua del cuerpo son rasgos de la escritura en Bukowski y los Beat. La diferencia es que el autor de Mujeres era contrario al capillismo y por eso se permite algún que otro zarandeo a la obra beat, como hace en la reseña de Espejo vacío, de Allen Ginsberg ("se pone tan dulce como para que te entre dolor de muelas"), a pesar de que finalmente le redime: "Sin su paso ninguno estaríamos escribiendo tan bien como lo hacemos ahora".
A pesar de su distancia con los Beat, reconoce su calidad literaria
La temática sexual que creó la imagen imperecedera del escritor está también en estos relatos. Calonne resalta en el prólogo los problemas que Bukowski tuvo para ligar en su adolescencia y su juventud. El acné no le hacía muy propicio a las miradas de las chicas, una deuda que desde luego años después se cobró con creces. No obstante, en estos escritos, más que el sexo, en primer plano aparece la búsqueda del amor. El deseo de ser querido por las mujeres, con títulos tan francos como Amor, amor, amor.
"[Bukowski] se desnudaba para mostrar su vulnerabilidad, sus heridas, en un intento de recuperar por medio del amor lo que perdió en la infancia", resalta Calonne en el prólogo. De ahí las cursiladas de algunos de sus primeros relatos (y de los últimos) pasada ya la ebullición sexual del tipo duro. "Esa es la imagen que nos ha quedado, y también por la que resulta un escritor atractivo en la adolescencia. Pero es mucho más. Y estos relatos nos ofrecen la posibilidad de conocerle mucho mejor", resume Iriarte de esta nueva traducción. Un regalo más para los fans del escritor, que sigue ofreciendo su prolífico (e incesante) legado.

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