viernes, 28 de septiembre de 2012

Gauguin


 

La exposición “Gauguin y el viaje a lo exótico” se podrá visitar a partir del 9 de octubre. Hace más de seis años la exposición Gauguin y los orígenes del simbolismo (Museo Thyssen- Bornemisza y Fundación Caja Madrid, otoño 2004), dio a conocer el papel central de Paul Gauguin en la transformación del arte europeo, desde el impresionismo al simbolismo, a partir de un primitivismo inspirado en la cultura popular de Bretaña. Gauguin y el viaje a lo exótico arranca precisamente donde terminaba aquella muestra con la huida de Gauguin a Tahití, donde reconquistó el primitivismo por la vía del exotismo.
Gauguin y el viaje a lo exótico
Con la huida de Paul Gauguin a Tahití como hilo conductor, la muestra descubrirá de qué forma el viaje hacia mundos supuestamente más auténticos produjo una renovación del lenguaje creativo y en qué medida esta experiencia condicionó la transformación de la modernidad.


Gauguin y el viaje a lo exótico recorrerá un itinerario que comienza con las experimentaciones artísticas de Paul Gauguin en los Mares del Sur y continúa con las exploraciones de artistas posteriores como Emil Nolde, Henri Matisse, Wassily Kandinsky, Paul Klee o August Macke, con el objetivo de dar a conocer la impronta de Gauguin en los movimientos artísticos de las primeras décadas del siglo XX.
Comisariada por Paloma Alarcó, jefe de Conservación de Pintura Moderna del Museo Thyssen-Bornemisza, la exposición presentará 111 obras cedidas por museos y colecciones de todo el mundo como la Fondation Beyeler de Basilea, el Albertina de Viena, el Bellas Artes de Budapest o la National Gallery of Art de Washington y préstamos de especial relevancia como las obras de Paul Gauguin Matamoe (Muerte.Paisaje con pavos reales) (1892) del State Pushkin Museum of Fine Arts de Moscú; Dos mujeres tahitianas (1899) del Metropolitan Museum of Art de Nueva York o Muchacha con abanico (1902) del Museum Folkwang de Essen. También destaca la contribución de la Fundación Nolde que ha prestado seis acuarelas del artista de la serie Nativos de los Mares del Sur (1913-1914) o del Centre Pompidou de París con una importante representación de obras del legado Kandinsky.
Primitivismo y modernidad
Gauguin y el viaje a lo exótico se enmarca en el contexto del debate en torno al primitivismo en el arte moderno.
El interés de los artistas por explotar sus posibilidades formales y su potencial antimimético – esencial en la evolución de los lenguajes artísticos de las vanguardias– se abordará en esta exposición desde un nuevo enfoque: el de la experiencia viajera a lo exótico en el contexto del cosmopolitismo colonial.
El interés de los artistas por viajar a tierras lejanas surgió a finales del siglo XVIII fruto de la pasión romántica por la aventura y de la curiosidad científica de los ilustrados.
El viaje artístico al norte de África comenzó a complementar al hasta entonces obligado Grand Tour y lo exótico pasó a ser considerado no sólo un estímulo para la imaginación artística, sino también una nueva forma de enfrentarse a la vida. A finales del siglo XIX, el creciente escepticismo en la sociedad moderna desató un deseo irrefrenable de recuperar la inocencia, de rencontrarse con el propio yo fuera de los convencionalismos occidentales.
Ese sentimiento excitó el deseo de viajar a los confines con la esperanza de encontrar en los lejanos paraísos no contaminados la última oportunidad de salvación. Si hay un artista que personifica mejor que ningún otro este impulso es Paul Gauguin.
La exposición se ha organizado en ocho capítulos con un itinerario cronológico y temático:
Invitación al viaje
El recorrido arrancará con la obra de Eugène Delacroix Mujeres de Argel en un interior (1849). Delacroix es uno de los primeros artistas en viajar al norte de África y también un precursor en el modo de concebir la obra de arte como producto de la imaginación creadora.
El movimiento rítmico y el seductor colorido de sus representaciones de Oriente, serán un precedente fundamental para los artistas de la modernidad. Las escenas de indolencia femenina como Paran api (¿Qué hay de nuevo?) (1892) del periodo tahitiano de Gauguin reflejan la influencia del pintor romántico francés.
Idas y venidas, Martinica
La breve pero intensa estancia de Gauguin, junto al pintor Charles Laval, en Martinica en 1887, supuso un giro transcendental en su carrera.
Esta primera experiencia artística ante la espesura tropical y el encanto de las gentes de la isla, cambiará definitivamente su lenguaje pictórico que tomará forma propia en obras como el famoso Idas y venidas, Martinica (1887) que da título a este capítulo.
Paraíso tahitiano
En Oceanía, Gauguin se volcó en la representación de la deslumbrante naturaleza y de la cultura maorí, en proceso de desaparición. Con su particular estilo sintetista, construido mediante grandes superficies de color y un profundo contenido simbólico y mítico, pinta Matamoe (Muerte con pavos reales) (1892), Dos mujeres tahitianas (1899) o Mata mua (Érase una vez) (1892).
En todas ellas la exuberancia salvaje de la isla se convierte en una utópica Edad de Oro cargada de fragancias y explosiones cromáticas.
Pero los trópicos son lugares en donde el Paraíso y la perdición están muy próximos y, tras un progresivo deterioro de su salud física y mental, las composiciones de Gauguin se vuelven más misteriosas y siniestras. El deseado Paraíso tahitiano se convierte en el Paraíso perdido.
Bajo las palmeras
El mundo de la jungla se convirtió en uno de los motivos recurrentes de la temática modernista. Ese universo bajo las palmeras proporcionaba un contrapunto que desbordaba los límites del lenguaje artístico vigente y un medio para superar la crisis de valores estéticos, morales y políticos.
En las obras de Paul Gauguin, Henri Rousseau, Henri Matisse, Emil Nolde, Max Pechstein, August Macke o Franz Marc la relación con la naturaleza salvaje, real o imaginaria, se convirtió en el modo idóneo de recuperar la inocencia y la felicidad, el verdadero sentido del arte.
El artista como etnógrafo
La atracción por lo exótico se pone de manifiesto en una nueva relación de los artistas con la etnografía. Como defendía el etnógrafo francés Victor Segalen (1898-1919): “no nos preciemos en asimilar las costumbres, las razas, las naciones, de asimilar a los demás; sino por el contrario, alegrémonos de no poder hacerlo nunca; reservémonos así la perdurabilidad del placer de sentir lo Diverso”.
Gauguin y los pintores expresionistas se sintieron atraídos por la “incomprensibilidad eterna”, la extrañeza irreductible de las culturas exóticas, de sus costumbres, de sus rostros, de sus lenguajes. Muchacha con abanico (1902) de Gauguin o la serie de Emil Nolde sobre los nativos de los Mares del Sur (1913-1914) revelan la mirada “estética” que establecieron frente al Otro.
Gauguin, el canon exótico
Paul Gauguin, el tránsfuga de la civilización, el artista mítico que se hizo salvaje para encontrar una nueva visión para el arte, se convirtió en los primeros años del siglo XX en el nuevo canon para los expresionistas alemanes, los primitivistas rusos y los fauves franceses.
Mientras que muchos de ellos, como Ernst Ludwig Kirchner, Erich Heckel o André Derain estudiaron el arte primitivo en los museos etnográficos, otros, como Emil Nolde o Max Pechstein, se embarcaron hacia tierras lejanas en busca de lo exótico. Por otra parte, las diversas exposiciones de Gauguin que se celebraron tras su muerte en 1903, sirvieron para dar a conocer las innovaciones de su pintura a las nuevas generaciones de artistas.
La luna del sur
A comienzos del siglo XX los artistas que viajaron al norte de África perseguían un nuevo lenguaje basado en la luz y el color. La experiencia estética de Wassily Kandinsky, durante un viaje a Túnez en 1905, le descubrió una pintura de factura más experimental y un colorido más brillante que sería esencial para el desarrollo de la abstracción. Diez años después, August Macke y Paul Klee lograron la liberación de la forma y del color.
El propio Klee, consciente de ello, dejó escrito en su diario: “Cuando la clara luna del norte se levante, me recordará esta noche como reflejo mortecino y me servirá una y otra vez de advertencia. Será como mi novia, como mi otro Yo. Un estímulo para encontrarme. Yo mismo, soy la salida de la luna del sur”.
Tabú. Matisse y Murnau
La exposición se cerrará con la estancia de Henri Matisse en la Polinesia francesa en 1930 donde coincide con el rodaje de Tabu (1931) del director de cine expresionista alemán F.W. Murnau. Si Gauguin había planeado su viaje como una huida de la civilización, Matisse lo había proyectado como un viaje de placer, pero terminó convirtiéndose en el punto de arranque de una nueva etapa artística.
Los recuerdos y ensoñaciones de Tahití se tradujeron en las experimentaciones de sus años finales con los papiers découpés, reverenciados como la culminación de su carrera, y también en el último soplo de la utopía de las vanguardias.
Datos de interés:
Gauguin y el viaje a lo exótico.
Museo Thyssen-Bornemisza, Paseo del Prado 8. 28014, Madrid

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