miércoles, 12 de septiembre de 2012

'Moisés y Aarón' o el drama de la escucha

Por: | 07 de septiembre de 2012
Por Mauricio Sotelo
 

Schoenberg“¡Oh, Palabra; tú Palabra, que me has abandonado!” es la frase que como una llama iluminase los ojos del poeta José Ángel Valente el día de nuestro último encuentro en Madrid, poco antes de su fallecimiento en la ciudad de Ginebra el 18 de julio de 2000. La frase, que repetía con insistencia, me daba noticia directa de la valentía y la entereza con la que nuestro gran Poeta, Ensayista y Crítico se enfrentaba a los que sabía con certeza serían ya los últimos días de su vida.
“Muero en posesión de la palabra poética”, me quiso decir con gran orgullo. Con frecuencia se ha adscrito su lírica a la denominada Poesía del Silencio, pero con su voz crítica frente al ejercicio del oficio del arte y de su responsabilidad como ciudadano frente a los hechos del presente y del pasado ganó en España no pocos enemigos. El recuerdo de Valente vibraba inevitablemente hace tres días en la Philharmonie de Berlín sobre la estremecedora resonancia de las últimas notas de la cuerda al final del Acto II del Moisés y Aarón de Arnold Schönberg . Valente me preguntó en aquel ya lejano encuentro si yo recordaba el final de esta Ópera. Del inconcluso monumento sonoro le fascinaba la singular relación que se establece entre el Desierto y la Palabra, quizás tanto como la firmeza y consecuencia con la que el compositor llevo a cabo su proyecto artístico. Como Gustav Mahler, Schönberg decía haber aprendido la lección de no sentirse un alemán, ni un europeo, ni casi ya un ser humano, sino un judío, como escribiera a su amigo Kandinsky en una carta fechada en abril de 1923.

Al poeta orensano, al final de sus días, le interesaba sobremanera el verdadero poder de la Palabra, el espacio de tensión entre la “pureza” del mensaje divino que allí representa el personaje de Moisés y la necesaria simplificación o fuerza de la acción encarnada en la voz de Aarón. El problema de la “Entfremdung”, la alienación, extrañamiento, distanciamiento de toda tierra, de toda lengua-madre, de la pérdida continua, del desarraigo, el problema de la “Ley”, de la pérdida de la esperanza –“hoffnungslos”–, toma en la obra de Schönberg una dimensión desconocida en la figura única que conforma la polaridad entre los dos personajes: Moisés y Aarón. Sentado en mi butaca de la Philharmonie de Berlín –escuchando la más viva versión de esta obra de cuántas hasta ahora he tenido oportunidad de escuchar–, no podía dejar de preguntarme dónde está hoy la Palabra Perdida que reclamaba nuestro poeta, cuando el Becerro de Oro ha desplazado a las tablas de la cordura, a semejanza de la danza en la famosa escena tercera del segundo acto.
¡Danza en torno al becerro de oro! Aron, was hast Du getan? (¿Qué has hecho Aarón?).
Hoy parece normal que hasta un escolar se despierte en nuestro país esperando a oír qué dicen los “mercados” sobre su incierto futuro. "So war alles Wahnsinn, was ich gedacht habe, / und kann und darf nicht gesagt werden! O Wort, Du Wort, das mir fehlt!" ("Así era una locura, todo lo que he pensado, y no puede ni debe ser dicho. ¡Oh, Palabra; tú, Palabra, que me has abandonado!").

Sin embargo, los días 7 y 9 de septiembre, podemos alzar la voz, podemos tomar la palabra, podemos en definitiva tomar la decisión de sentarnos ante una de las obras fundamentales del siglo XX –y reflexionar sobre su contenido– o bien, esperar en nuestro sofá a que los medios nos den la noticia de la ubicación de otro nuevo Becerro de Oro. Una obra para la reflexión ésta de Arnold Schönberg, que posee la cualidad única de lo verdadero, de la inmediatez, de la tensión entre la belleza y la dureza, del mejor oficio artesano, de la maestría; una partitura que nunca pretendió ser un engaño y cuyos pentagramas vibran en esta producción con un dinamismo, ritmo y precisión difíciles de superar. Mi hijo de 12 años asistió conmigo a la maravillosa representación en Berlín y todavía, varios días después, repite a sus compañeros del colegio “O Wort, Du Wort…”.
Consciente ya, quizás, que del espacio-tensión entre los dos personajes del Moses und Aron emerge una figura que era la que, frente a la muerte, más interesaba a nuestro poeta Valente: el espacio de la ESCUCHA. La dualidad de los personajes de Moisés y Aarón en su impotente intento de encontrar una vía para explicar la “ley” al pueblo, el gran personaje coral de esta obra, reflejan, a nuestro entender, un drama de extraordinaria y puntual actualidad.
Quizás nuestro presidente tuvo ayer la oportunidad de sorprender a Frau Merkel con un: "…y por cierto, mañana voy al Teatro Real a escuchar el Moses und Aron de Arnold Schoenberg".
Mauricio Sotelo es compositor

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