miércoles, 1 de mayo de 2013

Diálogo con Sergio del Molino

Diálogo con Sergio del Molino en Sigueleyendo


Diálogo con Sergio del Molino, por Jordi Corominas i Julián

“At the violet hour, when the eyes and back
turn upward from the desk, when the human
[waits
like a taxi throbbing waiting.”
(T.S. Eliot, La tierra baldía)

Mi deseo sería quedar cara a cara con Sergio del Molino, pero no conseguimos, pese a más de mil intentos, que nuestras agendas coincidan, como si el capricho impidiera juntarnos. Fracasamos en 2012 cuando tenía que presentarle No habrá más enemigo y la idea colisionó por confusiones nuestras y porque venía a Barcelona el mismo día que charlé con Enrique Vila-Matas con motivo de la presentación de Aire de Dylan. Más tarde, es la gran suerte de las redes sociales, hemos hablado mucho, pero Barcelona, Madrid y Zaragoza parecían ubicarse en las antípodas.
No me gustan las entrevistas por correo electrónico. Sé que hay compañeros que dicen preferirlas porque así se ahorran la transcripción, pero eso es de horteras. Lo mejor de un diálogo es mirar a los ojos del entrevistado, compartir una copa de lo que sea y dejar que la velocidad del pregunta respuesta fluya con naturalidad. Como por escrito eso resulta más complicado decidimos que usaríamos el chat de Gmail para mantener una coherencia que permitiera la inmediatez y no propiciara eso que también gusta a otros compañeros: si le mandas las preguntas al escritor por e-mail las cuestiones se las piensa bien y de este modo el trabajo es más fácil, nulo esfuerzo, mucha recompensa.
En fin, a las 22:39 horas Sergio se preparó un sándwich. Al cabo de un minuto me puse el pijama, esperé mi interlocutor devorará su bocado, me puse algo de música y observé atontado la pantalla. A las 22:49, más preciso que cien mil británicos, El autor de La hora violeta me saludó y nos pusimos manos a la obra. Por una vez no puedo terminar la típica previa con el clásico enciendo la grabadora. Bueno, sí, ya lo he hecho. Disparamos.

La primera pregunta es obvia. ¿En qué momento decides que merece la pena plasmar algo tan personal como la muerte de Pablo?
En realidad, no quería plasmar la muerte de Pablo, sino mi experiencia de su enfermedad, cómo su enfermedad nos había enfermado a sus padres para siempre, y cómo su muerte nos había matado. Lo decidí muy pronto, fue una reacción prácticamente instintiva.
Lo que me costó más madurar fue si debía o no publicarlo, pero yo no sé escribir para mí, no me guardo nada en los cajones.
Bueno, es cierto, porque lo que cuenta es el proceso, que es lo que se narra en el libro, de hecho me pareció muy elegante desde un punto de vista estilístico el hecho de no exhibir la agonía
Más que por elegancia, era un imperativo estético y, por tanto, moral. No podía narrar su agonía sin caer en el melodrama que tanto he aborrecido. La elipsis era la única opción plausible y posible. Cualquier otro acercamiento hubiera desmoronado los supuestos de contención narrativa y de sobriedad que han inspirado La hora violeta. Al margen, claro, hay un componente de pudor. De hecho, no es la única elipsis del libro. Lo más grosero y morboso de la enfermedad está en elipsis.
El otro día, un crítico decía que narraba pormenorizadamente toda la enfermedad y el tratamiento. No es verdad: la narración está cuidadosamente seleccionada y sesgada, como puede intuir cualquiera que sepa de qué va la quimioterapia.
En lo que me mencionas de la contención narrativa, te lo iba a decir ahora mismo, también entra el pudor. Supongo que escribir un libro así es una experiencia completamente diferente, en el sentido que nunca más escribirás nada parecido. ¿Cómo fue el proceso de escritura?
Ojala nunca escriba nada parecido. No creo que nadie pueda salir cuerdo o vivo de dos experiencias parecidas en una sola vida. El proceso de escritura fue paradójicamente doloroso y agradable. Por un lado, me permitía reencontrarme con los recuerdos de mi hijo y trabajarlos, a la vez que me obligaba a repensar mi paternidad y a profundizar en la relación con Pablo. Por otra parte, claro, era hurgar en la herida, por usar un símil manido. Pero no fue duro. Lo convertí en una rutina casi entrañable.
Entrañable en un sentido de recuperación de memoria??
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